Una energía volcánica irrumpió en las
calles de Brasil
Leonardo Boff
05/07/2013
Voy a tratar
de hacer una reflexión no convencional sobre las manifestaciones
multitudinarias ocurridas en el mes de junio de este año. Es de naturaleza
antropológico- filosófica.
Es sabido en
la reflexión antropológica y psicoanalítica que existe en el ser humano
una energía volcánica difícilmente controlable por la razón. Algunos la
llaman libido, otros élan vital, algún otro principio esperanza. Tenemos que
ver con una energía de construcción y de destrucción, con un caos original que
puede ser caótico y generativo. Todo el trabajo de la cultura, de las leyes, de
la religión y de la ética es crear una salida para que esa energía pueda fluir
y ser regulada de manera que su aspecto constructivo prevalezca sobre el
destructivo. El equilibrio es tenue. En todo momento y en cada situación
esa energía está presente, burbujeante y tratando de salir y hacer su curso
histórico. La cultura, la religión, la ética y las leyes construyen un acomodo
existencial donde esta energía encuentra cierta estabilidad y equilibrio.
Pero cada
acomodo participa de la falta de plenitud y de la vulnerabilidad de todo lo que
existe. Poco a poco su capacidad de regulación se debilita hasta
desmoronarse. Entonces, por un momento, las barreras del río se rompen,
las márgenes son rebasadas y las aguas buscan un nuevo lecho.
Grandes
analistas de la dinámica de las transformaciones, como Toynbee, Jung y Freud
entre otros, se detuvieron en este fenómeno. Es instructiva la lectura que hizo
Freud en 1930, en plena crisis mundial económica y financiera, semejante a la
de hoy, en su famoso escrito “El malestar en la cultura” (Das Unbehagen in der
Kultur). Abandonó el rigor científico aplicado al psicoanálisis y, para asombro
de sus seguidores, abordó temas culturales con agudo sentido de la observación.
En este
escrito Freud demuestra la fuerza volcánica de esta energía vital y los límites
de la razón al querer contenerla. Explícitamente dice que se trata de un choque
de “dos fuerzas celestiales”: la fuerza de la vida (Eros) y la fuerza de la
muerte (Thanatos). El libro termina con una inconclusión: “El eterno Eros
tiene que empeñar un gran esfuerzo para imponerse frente a su enemigo también
inmortal (Thanatos), pero ¿quién puede predecir el éxito o la salida de este
embate?” Con esta aporía concluye su reflexión.
Apliquemos
esta comprensión al fenómeno de las calles en Brasil. Un acuerdo
político-social fue construido por el PT, a duras penas, contra una
tradición elitista y antipopular de siglos. El PT significaba la cristalización
del poder popular acumulado en las bases, transformado ahora en poder
político. Conquistó el lugar central de las decisiones de los destinos del
país. Se presentaba como la respuesta a la pregunta que desde hacía décadas se
discutía en los grupos y movía mentes y corazones: “¿Que Brasil queremos que
sea liberador para las grandes mayorías históricamente condenadas y
ofendidas”?
Una vez en el
poder, el PT atendió las grandes urgencias populares desde siempre
negadas o insuficientemente satisfechas. Finalmente, la dignidad de los
condenados a ser no- ciudadanos fue rescatada: pudieron comer, tener un mínimo
de educación, de salud y de los beneficios de la modernidad, como luz eléctrica,
acceso a la casa y al sistema bancario. Es un hecho de magnitud
histórica. La desigualdad social, nuestra mayor llaga, disminuyó en un 17%.
Pero después
de 10 años este proyecto de inclusión ha alcanzado el techo. La ilusión del PT
fue entenderse como la realización de Brasil que queríamos. Abandonó el trabajo
en las bases y perdió organicidad con los movimientos sociales organizados que
lo crearon. En las bases no discutieron más de política ni se soñaba con la
construcción de un Brasil todavía mejor.
El pueblo,
una vez despierto, quiere más. No le basta con salir de la miseria y la
pobreza. Plantea otro Brasil, donde no haya contradicciones escandalosas como
la actividad política impulsada por intereses, chanchullos y negocios, como la
corrupción, fruto de la relación incestuosa entre el poder público y los
intereses privados de los poderosos. Los privilegios de las élites gobernantes
cuentan más que los derechos de los ciudadanos. Para ellas son las principales
inversiones realizadas, quedando las sobras para las necesidades de la
población. De ahí se explica la mala calidad del transporte público en las
grandes ciudades, abarrotadas porque no se hizo la reforma
agraria, la sanidad precaria y la educación descalificada. Hay que añadir una
burocracia estúpida, complicada, hecha para no atender las demandas del pueblo.
Las calles
han sido ocupadas por la energía de la indignación. No se trata de veinte
centavos, sino de respeto y de derechos negados. La misma destrucción de los
bienes públicos es un gesto de negación de un mundo que niega a las
personas. Es decir, la disposición histórico-social ya no funcionaba. Se niega
todo: el poder público, los partidos, cualquier sigla de organización. Lo
que está ahí tiene que cambiar. Es una sociedad en estado naciente, cuya
centralidad debe ser la cosa pública, de todos.
No entender
esta explosión es negarse a ver la realidad. No hacer los cambios
exigidos es permitir que la energía de lo negativo triunfe. Necesitamos
mucho empeño para que el “eterno Eros” garantice que el río social
encuentre un nuevo lecho.
Leonardo Boff
escribió: Después de 500 años: ¿Qué Brasil queremos? , Sal Terrae 2000.
Traduccion de
Maria Jose Gavito Milano
Reproduzido
de Leonardo
Boff
05 jul 2013
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