segunda-feira, 18 de novembro de 2013

Naomi Klein: Por qué necesitamos una eco-revolución - Why we need an eco-revolution

Naomi Klein, 2010 Toronto Police Headquarters . Whoami-whoareyou

Por qué necesitamos una eco-revolución

Naomi Klein

En diciembre de 2012, un investigador de sistemas complejos con el pelo teñido de rosa, Brad Werner, se abrió camino entre una multitud de 24.000 geólogos y astrónomos en el Congreso de otoño de la Unión Geofísica Americana que se celebra cada año en San Francisco. Las conferencias de este año acogían participantes de renombre, desde Ed Stone, del proyecto Voyager de la NASA, que explicaba un nuevo hito en el camino hacia el espacio interestelar, hasta el director de cine James Cameron, que compartía con los asistentes sus aventuras en batiscafos de profundidad.

Sin embargo, fue la sesión del propio Werner la que levantó más controversia. Tenía por título “¿Está la tierra jodida?” (título completo: “¿Está la tierra jodida? Inutilidad dinámica de la gestión medioambiental y posibilidades de sostenibilidad a través del activismo de acción directa.”).

De pie en la sala de conferencias, el geofísico de la Universidad de California en San Diego, mostró a la gente el avanzado modelo informático que estaba usando para responder a dicha pregunta. Habló de los límites del sistema, de perturbaciones, disipaciones, puntos de atracción, bifurcaciones y de un puñado de muchas otras cosas que son tan difíciles de comprender para quienes somos legos en la teoría de los sistemas complejos. No obstante, el tema de fondo estaba más que claro: el capitalismo global ha hecho que la merma de los recursos sea tan rápida, fácil y libre de barreras que, en respuesta, “los sistemas tierra-humanos” se están volviendo peligrosamente inestables. Cuando un periodista le presionó para que diera una respuesta clara sobre la pregunta “¿estamos jodidos?”, Werner dejó a un lado su jerga para contestar: “más o menos”.

Sin embargo, había una dinámica en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo denominó “resistencia”: movimientos de “gente o grupos de gente” que “adoptan un cierto tipo de dinámicas que no encajan con la cultura capitalista”. Según el resumen de su comunicación, esto incluye “acción directa medioambiental y resistencia proveniente de más allá de la cultura dominante, como las protestas, bloqueos y sabotajes perpetrados por indígenas, trabajadores, anarquistas y otros grupos activistas”.

Las reuniones científicas serias, normalmente, no implican llamadas a la resistencia política en masa, mucho menos acciones directas y sabotajes. No es que Werner estuviera exactamente convocando estas acciones. Simplemente tomaba nota de que los levantamientos en masa de la gente (en la línea del movimiento abolicionista, de los derechos civiles o del “Ocupa Wall Street”) representan la fuente más probable de “fricción” a la hora de ralentizar una máquina económica que está escapando a todo control. Sabemos que los movimientos sociales del pasado han tenido una “tremenda influencia en… cómo la cultura dominante ha evolucionado”, señaló. Así que es lógico que “si pensamos en el futuro de la tierra, y en el futuro de nuestro acoplamiento al medio ambiente, tenemos que incluir la resistencia como parte de la dinámica.”. Y eso –argumentó Werner-, no es una cuestión de opinión, sino un “verdadero problema de geofísica”.

Muchos científicos se han visto forzados a salir a la calle por los resultados de sus descubrimientos. Físicos, astrónomos, doctores en medicina y biólogos se han situado al frente de movimientos contra las armas nucleares, la energía nuclear, la guerra, la contaminación química y el creacionismo. Así, en noviembre de 2012, la revista Nature publicó un comentario del financiero y filántropo medioambiental Jeremy Grantham, urgiendo a los científicos a unirse a esta tradición y a “ser arrestados si fuera necesario”, porque el cambio climático “no es solo la crisis de vuestras vidas: es también la crisis de la existencia de nuestra especie”.

No hace falta convencer a algunos científicos. El padrino de la moderna ciencia climática, James Hansen, es un activista formidable que ha sido arrestado alrededor de media docena de veces por su lucha por el cierre de las minas de carbón en las cimas de las montañas y contra los gaseoductos de gas de esquisto (incluso este año dejó su trabajo en la NASA, en parte para tener más tiempo libre para sus campañas). Hace dos años, cuando fui arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca en una acción masiva contra el gaseoducto de gas de esquisto Keystone XL, una de las 166 personas que había sido esposada ese día era un glaciólogo llamado Jason Box, un experto sobre el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia mundialmente reconocido. 
    
“No podía seguir respetándome a mí mismo si no iba,” dijo Box en aquel momento, añadiendo que “parece que, en este caso, no es suficiente con votar. También necesito ser un ciudadano”.

Es admirable. Pero lo que Werner está haciendo con su modelo es diferente. Él no está diciendo que su investigación le llevara a tomar parte activa contra una política en particular; lo que está diciendo es que su investigación muestra que todo nuestro paradigma económico es un desafío a la estabilidad ecológica. Y, claro está, desafiar este paradigma económico con un movimiento de masas reactivo resulta la mejor baza humana para evitar la catástrofe.

Eso es muy fuerte. Pero no está solo. Werner forma parte de un pequeño pero cada vez más influyente grupo de científicos cuyas investigaciones en el campo de la desestabilización de los sistemas naturales (de los sistemas climáticos, en particular) les está llevando a conclusiones transformativas, incluso revolucionarias, similares. Y para cualquier revolucionario en el armario que alguna vez haya soñado con derrocar el actual orden económico a favor de algún otro que como mínimo no lleve a los pensionistas italianos a colgarse en sus casas, este trabajo debería serle de un especial interés. En gran medida, porque hace que cruzar el abismo entre este cruel sistema y otro nuevo (tal vez, con mucho trabajo, un sistema mejor) no sea ya una mera cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una exigencia para la existencia de nuestra especie en este mundo.

Al frente de este grupo de nuevos científicos revolucionarios se encuentra uno de los máximos expertos en cuestiones climáticas en Gran Bretaña, Kevin Anderson, director adjunto del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, que en muy poco tiempo se ha situado como una de los centros de investigación sobre el clima más importantes en el Reino Unido. Dirigiéndose a todos, desde el Departamento para el Desarrollo Internacional hasta el Ayuntamiento de Manchester, Anderson se ha pasado más de una década popularizando pacientemente los resultados de la ciencia climática más moderna a políticos, economistas y activistas.  En un lenguaje claro y comprensible, ha ofrecido una rigurosa hoja de ruta para la reducción de la emisión de gases contaminantes que persigue frenar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados centígrados, objetivo que la mayoría de los gobiernos consideran imprescindible para evitar la catástrofe.

Sin embargo, en los últimos años, los documentos y las diapositivas de Anderson se han ido haciendo más alarmantes. Con títulos como “El cambio climático: más allá de lo peligroso… Cifras brutales y esperanzas endebles”, señala que las probabilidades de quedarse en algo parecido a unos niveles de temperatura seguros están disminuyendo rápidamente.

Junto con su colega, Alice Bows, experta en control climático en el Centro Tyndall, Anderson señala que hemos perdido tanto tiempo con políticas ambiguas y con tímidos programas climáticos (mientras las emisiones globales crecían sin control), que ahora tenemos que enfrentarnos a recortes tan drásticos que incluso llegan a desafiar la lógica fundamental de priorizar el crecimiento del PIB por encima de todo.

Anderson y Bows informan de que el tan a menudo citado objetivo de reducción a largo plazo (un recorte de más de un 80% de las emisiones de 1990 para el 2050) ha sido fijado por razones de conveniencia política y que no tiene “ninguna base científica”. Esto es debido a que los impactos sobre el clima no provienen de lo que emitamos hoy o mañana, sino del cúmulo de emisiones que se han ido sumando en la atmósfera a lo largo del tiempo. Además, avisan de que centrarse en objetivos de aquí a tres décadas y media –en lugar de enfocarlos hacia lo que podemos hacer para recortar carbono de forma tajante e inmediata- supone un grave riesgo de seguir permitiendo que las emisiones aumenten vertiginosamente en los próximos años, y que de ese modo se superará con creces nuestro “objetivo de carbono” hasta los 2 grados centígrados, y, entrado el siglo, nos encontraremos ante una tesitura imposible de encarar.

Esta es la razón por la que Anderson y Bows argumentan que, si los gobiernos de los países desarrollados se muestran serios a la hora de alcanzar el acordado objetivo internacional de mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, y siempre que las reducciones vayan a respetar cualquier tipo de principio equitativo –básicamente, que los países que han estado arrojando carbono durante casi dos siglos necesitan recortar sus emisiones antes que los países en los que más de mil millones de personas todavía no tienen electricidad-, entonces, las reducciones deben ser mucho más profundas y tienen que llegar mucho antes.

Incluso disponiendo de una probabilidad de 50/50 de alcanzar el objetivo de los 2 grados (la cual, como ellos y muchos otros avisan, ya implica enfrentarse a una serie de impactos climáticos bastamente dañinos), los países industrializados necesitan empezar a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 10 por ciento al año. Y deben empezar ya. No obstante, Anderson y Bows dan un paso más, al señalar que este objetivo no puede lograrse con modestas penalizaciones por emisión de carbono o con las soluciones ofrecidas por la tecnología ecológica, normalmente defendidas por las grandes “corporaciones verdes”. Desde luego que estas medidas pueden ayudar, pero no son suficientes: una reducción del 10 por ciento en las emisiones, año tras año, resulta inaudita desde el momento en que empezamos a energizar nuestras economías con carbón.  De hecho, los recortes por encima de un 1 por ciento al año “se han visto históricamente asociadas a recesiones económicas o a crisis políticas”, tal y como indicó el economista Nicholas Stern en su informe de 2006 para el gobierno británico.

Ni siquiera con la desintegración de la Unión Soviética hubo reducciones de tal duración y profundidad (los países soviéticos experimentaron un promedio de reducciones anuales de apenas un 5 por ciento en un período de diez años). Tampoco ocurrieron tras el crack de Wall Street en 2008 (los países ricos experimentaron un descenso de un 7 por ciento de emisión entre 2008 y 2009, pero sus emisiones de  CO2 remontaron fuertemente en 2010, y las emisiones en China y en la India han seguido creciendo). Solo después de la gran crisis de 1929, los Estados Unidos vieron, por ejemplo, como las emisiones descendían durante varios años consecutivos más de un 10 por ciento anual, según los datos históricos del Centro de Análisis e Información de Dióxido de Carbono. Pero esa fue la peor crisis económica de los tiempos modernos.

Si queremos evitar ese tipo de carnicerías a la hora de lograr nuestros objetivos con base científica en las emisiones, la reducción del carbono debe gestionarse con cuidado a través de lo que Anderson y Bows describen como “estrategias de decrecimiento radicales e inmediatas en EEUU, la UE y en otras naciones ricas”. Lo que está muy bien, si no fuera por el hecho de que resulta que tenemos un sistema económico que fetichiza el crecimiento del PIB sobre todo lo demás, sin importar las consecuencias humanas o ecológicas, y en el que la clase política neoliberal hace tiempo que ha rechazado su responsabilidad de gestionar nada (ya que el mercado es el genio invisible a lo que todo debe ser confiado).

Así que lo que Anderson y Bows están realmente diciendo es que todavía queda tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no según las reglas del capitalismo tal y como hoy se plantean. Algo que tal vez sea el mejor argumento que jamás hayamos tenido para cambiar esas reglas.

En un ensayo de 2012 aparecido en la influyente revista científica Nature Climate Change, Anderson y Bows lanzaron un guante, acusando a muchos de sus colegas científicos de no ser transparentes a la hora de exponer los cambios que el cambio climático precisa de la humanidad. Vale la pena citarles por extenso: “…a la hora de desarrollar los marcos de emisión de gases, los científicos constantemente subestiman las implicaciones de sus análisis. Cuando se trata de la cuestión de evitar el aumento de los 2 grados centígrados, se traduce “imposible” por “difícil, pero se puede hacer”; “urgente y radical”, por “desafío”: todo para apaciguar al dios de la economía –o, más concretamente, al de las finanzas-. Por ejemplo, para evitar salirse del porcentaje máximo de reducción de emisiones dictado por los economistas, se asumen los anteriores niveles máximos “de forma imposible”, junto con ingenuas nociones de “alta” ingeniería y con las tasas de utilización de infraestructuras bajas en carbón. Y lo más inquietante es que cuanto más menguan los presupuestos sobre emisiones, más se propone la geoingeniería para asegurar que el dictado de los economistas permanezca incuestionable”.

En otras palabras, para aparecer razonable en los círculos económicos neoliberales, los científicos han estado haciendo la vista gorda de manera escandalosa con las consecuencias derivadas de sus investigaciones. Hacia agosto de 2013, Anderson estaba dispuesto a ser incluso más tajante, al escribir que habíamos perdido la oportunidad de cambios graduales. “Tal vez, durante la Cumbre sobre la Tierra de 1992, o incluso en el cambio de milenio, el nivel de los 2 grados centígrados podrían haberse logrado a través de significativos cambios evolutivos en el marco de la hegemonía política y económica existentes. Pero el cambio climático es un asunto acumulativo. Ahora, en 2013, desde nuestras naciones altamente emisoras (post-) industriales nos enfrentamos a un panorama muy diferente. Nuestro constante y colectivo despilfarro de carbono ha desperdiciado toda oportunidad de un “cambio evolutivo” realista para alcanzar nuestro anterior (y más amplio) objetivo los  2 grados. Hoy, después de dos décadas de promesas y mentiras, lo que queda del objetivo de los 2 grados exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica” (la negrita es suya).

Probablemente no debería sorprendernos que algunos climatólogos estén un poco asustados por las consecuencias radicales de sus propias investigaciones. La mayoría de ellos solo estaban haciendo tranquilamente su trabajo, midiendo núcleos de hielo, elaborando sus modelos de climatología global y estudiando la acidificación de los océanos, hasta llegar a descubrir, tal y como dijo el experto climatólogo australiano Clive Hamilton, que “estaban, sin quererlo, desestabilizando el orden social y político”.

Sin embargo hay mucha gente bien informada de la naturaleza revolucionaria de la climatología. Es la razón por la que algunos gobiernos que han decidido tirar a la basura sus compromisos con el clima para seguir produciendo más carbón han tenido que encontrar maneras todavía más bestias para acallar e intimidar a sus propios científicos. En Gran Bretaña, esta estrategia se está haciendo más patente en el caso de Ian Boyd, el principal consejero científico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, al escribir hace poco que los científicos deberían evitar “sugerir que políticas son buenas o malas” y que deberían expresar sus puntos de vista “colaborando con asesores oficiales (como yo mismo), y siendo la voz de la razón, más que de la disidente, en el ámbito público”.

Para saber a dónde conduce esto, solo hace falta mirar lo que ocurre en Canadá, donde vivo. El gobierno conservador de Stephen Harper ha hecho un trabajo tan eficaz a la hora de amordazar científicos y cerrar proyectos de investigación críticos que, en julio de 2012, un par de miles de científicos y simpatizantes celebraron un funeral bufo ante el Parlamento en Ottawa, quejándose de “la muerte de la evidencia”. Sus carteles decían: “no hay ciencia, no hay evidencia, no hay verdad.”

Pero la verdad siempre reluce. El hecho de que el negocio-habitual-de-búsqueda-de beneficios y crecimiento este desestabilizando la vida en la tierra ya no es algo que tengamos que leer en las revistas científicas. Los primeros síntomas se están desplegando ante nuestros ojos. Y el número de personas que están reaccionando también crece a medida que sucede: bloqueando las explotaciones de gas de esquisto en Balcombe, interfiriendo en las perforaciones en el Ártico en aguas rusas (a un tremendo coste personal); llevando a juicio a las compañias de energías bituminosas por violar la soberanía indígena, entre otros muchos incontables actos de resistencia, grandes y pequeños. En el modelo informático de Brad Werner, esta es la “fricción” que se necesita para frenar las fuerzas de desestabilización. El gran activista del clima Bill McKibben lo llama los “anticuerpos” que se producen para luchar contra la “fiebre alta” del planeta.

No es una revolución, pero es un comienzo. Y puede que nos consiga el tiempo suficiente para imaginar una manera de vivir en este planeta que sea claramente menos jodida.


Naomi Klein es autora de “La doctrina del shock” y “No Logo”, está trabajando en un libro y una película sobre el poder revolucionario del cambio climático.

Traducción para www.sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez

Reprodução de Sin Permiso
14 nov 2013


Leia em inglês o texto de Naomi Klein, “Why we need an eco-revolution“, em Socialist Worker, clicando aqui.

terça-feira, 12 de novembro de 2013

"A ilusão das redes sociais", por Dulce Critelli


A ilusão das redes sociais

O narcisismo, a superficialidade e o distanciamento, entre outras características das relações virtuais, formam pessoas cada vez mais individualistas e egoístas

Por Dulce Critelli
Publicado na edição 81, de novembro de 2013

É indiscutível o importante papel que as redes sociais desempenham hoje nos rumos de nossa vida política e privada. São indiscutíveis também os avanços que introduziram nas comunicações, favorecendo o reencontro e a aproximação entre as pessoas e, se forem redes profissionais, facilitando a visibilidade e a circulação de pessoas e produtos no mercado de trabalho. A velocidade com que elas veiculam notícias, a extensão territorial alcançada e a imensa quantidade de pessoas que atingem simultaneamente não eram presumíveis cerca de uma década atrás, nem mesmo pelos seus criadores. Temos sido testemunhas, e também alvo, do seu poder de convocação e mobilização, assim como da sua eficiência em estabelecer interesses comuns rapidamente, a ponto de atuarem como disparadoras das várias manifestações e movimentos populares em todo o mundo atual.

Portanto, não podemos sequer supor que elas tragam somente meras mudanças de costumes, porque seu peso, associado ao desenvolvimento da informática, é semelhante à introdução da imprensa, da máquina a vapor ou da industrialização na dinâmica do nosso mundo. As redes sociais provocam mudanças de fundo no modo como as nossas relações ocorrem, intervindo significativamente no nosso comportamento social e político. Isso merece a nossa atenção, pois acredito que uma característica das redes sociais é, por mais contraditório que pareça, a implantação do isolamento como padrão para as relações humanas.

Ao participar das redes sociais acreditamos ter muitos amigos à nossa volta, sermos populares, estarmos ligados a todos os acontecimentos e participando efetivamente de tudo. Isso é uma verdade, mas também uma ilusão, porque essas conexões são superficiais e instáveis. Os contatos se formam e se desfazem com imensa rapidez; os vínculos estabelecidos são voláteis e atrelados a interesses momentâneos.

Além disso, as relações cultivadas nas redes sociais se baseiam na virtualidade, portanto, no distanciamento físico entre as pessoas. Isso nos permite, com facilidade, entrar em contato com as pessoas e afastá-las quando bem quisermos. Tal virtualidade garante comunicação sem intimidade. Em 1995, quando as redes sociais nem sequer eram cogitadas, o filme americano Denise Calls Up (Denise Está Chamando) já apresentava uma crítica às relações estabelecidas entre as pessoas através dos recursos da época: computador, telefone e aqueles enormes celulares. Os personagens eram alguns amigos que se comunicavam continuamente, mas tinham muitas dificuldades e até mesmo aversão de se encontrar pessoalmente. Também namoro e sexo aconteciam virtualmente.

Nunca me esqueci desse filme, impressionada que fiquei com a possibilidade, hoje tão iminente, de mutações essenciais nas condições de nossa existência. O que aconteceria conosco se não precisássemos mais da proximidade física de uns com os outros? O que morreria em nós, se essa proximidade deixasse de acontecer?

Quando Hannah Arendt, pensadora contemporânea da política, analisou os totalitarismos do século passado, apontou para o projeto desses sistemas de tornarem os homens supérfluos. Para tanto, entre outros expedientes, mantinham as pessoas isoladas umas das outras.

Separavam-nas de seus familiares, de suas comunidades, inclusive das pessoas com quem coabitavam nos galpões dos campos de concentração, instaurando entre elas a suspeita e o medo de delações. Isolavam classes sociais promovendo contendas e animosidades entre elas. Isolavam as pessoas do seu próprio eu, exaurindo-as com trabalho e mantendo-as doentes e famintas. O isolamento torna os indivíduos manipuláveis e controláveis, como coisas. Os sistemas totalitários sabem muito bem que, isolados, os homens perdem a capacidade de se expor e de agir.

Na nossa atualidade o isolamento tem um perfil diferente, porque é mais voltado para a intensificação do individualismo, cujos interesses afastam-se a cada vez mais das questões sociais. As recentes manifestações populares embora devam sua ocorrência às redes sociais, mantêm o caráter do individualismo e do isolamento, pois os participantes não criam vínculos entre si. Expressam suas opiniões, caminham juntos, mas é só isso.

Arendt tem por pressuposto de suas análises a condição humana da pluralidade, ou seja, o fato de vivermos entre homens e jamais chegarmos a ser nem um ser humano nem mesmo os indivíduos que somos longe da companhia dos outros. Os outros, tanto quanto o ambiente em que vivemos, nos constituem, daí que, se o distanciamento interpessoal for se estabelecendo como nova condição de existência, nossa própria humanidade poderá sofrer o impacto de uma mutação.

Os próprios equipamentos para acesso às redes, que estão conosco o tempo todo e exercem intenso fascínio sobre nós, corroboram com esse isolamento. Tenho ficado irritada com muitos de meus alunos que ficam consultando seus celulares e notebooks durante as aulas, como se estivessem fazendo anotações, mas acho que estão ligados às redes sociais. Talvez as aulas, sobretudo as de Filosofia, sejam muito chatas. Nelas não se pode pular de um assunto para outro, nem entrar em contato com múltiplas informações ao mesmo tempo, como se faz nas telas do computador, nem ficar livre de esforços do pensamento com análises e reflexões. Nas aulas não se pode passar por alto dos assuntos e situações.

Já em 1927, em seu livro Ser e Tempo, Martin Heidegger percebia esse comportamento cotidiano dos indivíduos de tomar tudo pelo aspecto e o nomeou de “avidez de novidades”. O que interessa é sempre a próxima novidade, o próximo assunto, a próxima notícia... Também identificava como “falação” um comportamento complementar: todos falam sobre tudo, sabem de tudo, mas não compreendem nada em profundidade.

Parece que “falação” e “avidez de novidades” estruturam a participação nas redes sociais. As pessoas já estão acostumadas a comentários rápidos e superficiais sobre tudo e todos. É fácil ver nesses comentários a preocupação de cada qual em simplesmente dar sua opinião, mais do que ouvir a alheia. A opinião do outro é apenas a oportunidade para se expressar a sua própria.

O outro parece importar, mas de fato não importa. Importam apenas a própria posição e a autoexposição. Daí a constante informação sobre as viagens, os pensamentos, as emoções, as atividades de alguém. É preciso estar em cena e sempre. Há nisso um evidente desenvolvimento do narcisismo e, consequentemente, do reforço do distanciamento entre as pessoas.

Faz parte desse narcisismo o fato de as pessoas terem de tratar a si mesmas como se fossem mercadorias. Em alguns de seus escritos, Zygmunt Bauman tem apontado para a necessidade das pessoas, sobretudo dos jovens, de se ocuparem sobremaneira com sua imagem nas redes sociais. Elas precisam escolher as fotos que melhor as apresentem, que as tornem atraentes e desejáveis. Aquelas que não souberem se vender correm o risco da invisibilidade e da exclusão.

Meu propósito, aqui, foi apenas o de levantar dados para uma reflexão. Mas quero acentuar que essas tendências das redes sociais – a virtualidade, o distanciamento, a superficialidade, a superfluidade do ser humano, a exposição narcísica, a ilusão de intimidade e popularidade, a “falação” e a “avidez de novidades”... – constituem o padrão de isolamento das relações pessoais. E quanto mais isolados, mais ficamos à mercê de controles e manipulações. Cada vez mais ameaçados na autoria do nosso destino pessoal e político.

Nov 2013


Comentário de Filosomídia:

A autora tem razão em afirmar que "ficamos à mercê de controles e manipulações" e, é claro que as redes sociais junto às outras empresas de anti-comunicação controladas por grupos hegemônicos das mídias sabem disso e inventam e re-inventam modos para que as pessoas fiquem plugadas o mais possível nos trololós e idiotices que des-informam, no entretenimento e nas banalidades. Até os fabricantes de smartphones e outros aparelhos estão nessa onda.

Obviamente que há também muita seriedade e rexistência, informação  pertinente, ética, sanidade política, bom senso nas redes sociais ainda que sejam em nichos. Na realidade ou na virtualidade de suas vidas as pessoas acham o que procuram, se conectam com o que têm afinidade, se informam ou se des-informam por sua livre escolha e de acordo com suas próprias maturidades.

O importante em não se deixando manipular é realmente criar contatos, vínculos ou laços para que se libertem de imposições do mercado, ou do que quer que seja, em comunhão e simpatia. As janelinhas em sua quase infinitude se abrem para que se dê contato entre as pessoas espalhadas por aí. Quando as redes sociais virtuais tornam isso possível também podem possibilitar desde a superficialidade dele até a realização da mais linda comum-única-ação entre as pessoas interessadas. Depende de cada um não se deixar manipular, ou ficar na superficialidade dos contatos, à moda de quem não quer procurar nada e nem se entregar à exposição demasiada. No mais, podemos advertir crianças e jovens, as pessoas em geral a serem críticas, observadoras, autônomas, politizadas, mais conscientes de si e de sua cidadania, mais criativas a partir desses primeiros momentos de tolice, ou por que não dizer de oportunidade para caminhos do amor...

“Cada um dá o que tem” disse a famosa Dona Beja de Araxá no século XIX, retribuindo com as mais belas flores de seu jardim a caixa cheio de esterco que as damas virtuosas da cidade lhe ofereceram, invejosas de sua beleza e desenvoltura. Nas redes sociais também pode ser assim.

As redes sociais criam ilusão, mas podem também ser um passo para a realização dos mais belos sonhos...

Leo Nogueira Paqonawta

segunda-feira, 4 de novembro de 2013

Nota de repúdio sobre a ESCRAVIDÃO MIDIÁTICA nos tempos atuais da farsa do “stand up News” telejornalístico da Rede Globo


Nota de repúdio sobre a ESCRAVIDÃO MIDIÁTICA nos tempos atuais da farsa do “stand up News” telejornalístico da Rede Globo

Na TV aberta, repetida no canal fechado e disponibilizado pela Internet, a Rede Globo se antecipa da maneira mais infeliz e mau humorada possível às reflexões do Dia da Consciência Negra , data celebrada em memória da morte de Zumbi dos Palmares.

Segundo consta dos registros históricos, em 20 de Novembro de 1695, “Zumbi, então aos 40 anos, foi traído e denunciado por um antigo companheiro (Antonio Soares), ele é localizado pelo capitão Furtado de Mendonça, preso, tem a cabeça cortada, salgada e levada, com o pênis dentro da boca, ao governador Melo e Castro. Ainda no mesmo ano, D. Pedro II de Portugal premia com cinquenta mil réis o capitão Furtado de Mendonça por ‘haver morto e cortado a cabeça do negro dos Palmares do Zumbi".

Querendo se passar por humor inteligente, num programa fantástico e numa rede com linha editorial questionável, o quadro retrata muito bem o desrespeito da empresa e seus empregados ao que essa data e questão representam, com as piadas em que se misturam alfinetadas aos programas governamentais que atendem milhões de famílias descendentes dos negros do tempos passados.

Demonstração exemplar do que seja “stand up news” na farsa telejornalística coordenada por Vocês-Sabem-Quem, o episódio certamente merecerá o maior repúdio das pessoas do bem por esse Brasil.

A poderosa rede da manipulação das consciências não resistirá por muito tempo como hegemônica em seu ofício de promover a des-informação e a anti-comunicação.

Regulação dos meios de comunicação, já: "nada além da Constituição!"
Um basta à escravidão midiática!

Assistindo ao vídeo fico pasmo de como a Rede Globo tem o hábito infeliz de tratar questões de forma achincalhada, debochada, violenta e, em geral nos seus programas de entretenimento e de des-informação, travestindo com a máscara de humor um discurso  que em nome da liberdade de expressão que arroga a si mesma veicula de forma sutil a ideologia que a move.  É uma infelicidade também perceber a mediocridade e opção de cada um de seus "artistas" a defender a causa do patrão a que estão escravizados pela fama e projeção. Desde aquele "caso" da assalariada e vassala Regina Duarte (vídeo abaixo), namorando o Collor em nome de seus chefes, eu não via tamanha vidiotice a querer globobocalizar o povo! Inaceitável, e isso vai dar pano pra manga.

Leo Nogueira Paqonawta


O infeliz mau humor na Rede Globo

“Neste domingo 3 de novembro (2013) o programa Fantástico, em seu quadro humorístico “O Baú do Baú do Fantástico”,  exibiu um episódio cujo tema é muito caro para a história da população negra no Brasil.

(...) O quadro, assinado por Bruno Mazzeo, Elisa Palatnik e Rosana Ferrão, faz uma sátira do momento histórico da abolição da escravidão no Brasil. Na “brincadeira” o repórter entrevista Joaquim Nabuco, importante abolicionista, apresentado como líder do movimento ‘NMS – Negros, mulatos e simpatizantes’!

Princesa Isabel também entrevistada, diz que os ex-escravos serão amparados pelo governo com programas como o ‘Bolsa Família Afrodescendente’, o ‘Bolsa Escola – o Senzalão da Educação’ e com Palhoças Populares do programa ‘Minha Palhoça, minha vida’!

‘Mas por enquanto a hora é de comemorar! Por isso eles (os ex-escravos) fazem festa e prometem dançar e cantar a noite inteira…’ registra o repórter, quando o microfone é tomado por um homem negro que, festejando, passa a gritar: ‘É carnaval! É carnaval!”

Texto completo por Douglas Belchior na Carta Capital clicando aqui.

O vídeo do "quadro humorístico" no G1 clicando aqui.

Abaixo a Regina Duarte com medo do Lula (eleição de 2002), e comentário de Gilberto Dimenstein se referindo ao caso e ao apoio a Serra noutra eleição, clicando aqui.

sábado, 2 de novembro de 2013

Precisamos de uma Educação transformadora


Precisamos de uma Educação transformadora

Leo Nogueira Paqonawta

Nos últimos 50 anos o mundo e a sociedade como um todo se modificaram profundamente e, as pessoas que viveram esse tempo se modificaram mais ou menos, de acordo com suas próprias decisões em relação com o que acontece ao seu redor. Nas escolas isso não foi diferente.

Pessoas que nasceram e viveram em um regime autoritário como na ditadura militar no Brasil, onde se devia obediência cega e irrestrita às normas e valores convencionados como os ideais para se viver em sociedade, ainda manifestam em suas ações e se comportam em seus pensamentos e sentimentos com resquícios daquele tempo em que os dirigentes censuravam tudo aquilo que fosse contrário às suas regras. Simplesmente se calava a voz do outro, se discriminava e se fazia de tudo para “sumir com as pessoas do mapa” no mundo de equilíbrio entre quem mandava e quem obedecia.

Hoje há uma maior conscientização dos jovens a respeito de sua existência nesse mundo em transformação, quando as decisões ou imposições que antes eram tomadas sem levar em consideração seus sonhos e aspirações, de maneira autoritária, não são mais aceitas de maneira passiva, nem cegamente obedecidas. As crianças, muito mais, que sempre questionaram com seus “porquês” aquilo que não entendem ou não faz sentido para elas, são atualmente um claro sinal de que realmente muita coisa se modificou ao longo desse tempo todo.

Com a luta e os esforços de muitos a sociedade vai se modificando das relações autoritárias para as relações democráticas e participativas. As decisões não podem mais partir de apenas uma pessoa, ou grupo, impondo seus pontos de vistas sem levar em consideração todos os sujeitos envolvidos em alguma questão de interesse geral. Nas escolas isso também acontece.

É a Comunidade Escolar com todos aqueles que a formam quem deve se responsabilizar e se comprometer pelo destino, rumos e finalidades da Escola.  Os alunos, familiares, pais e responsáveis, Professores, funcionários, coordenadores pedagógicos (diretores, administradores, orientadores e supervisores educacionais) é que são os sujeitos que fazem essa Escola. São os que devem se unir em torno de um “projeto” comum, amplamente discutido, debatido, refletido a partir de suas próprias realidades, vivências e experiências e construir os “porquês” de a Escola seguir em direção ao bom cumprimento de suas finalidades enquanto instituição de ensino. Essas discussões formam um documento que chamamos de “Projeto Político-Pedagógico” da Escola. É um documento que vai orientar os passos da Escola e de toda a sua comunidade, os passos de todos em comum na realização de todos os processos que se unem em favor de uma Escola democrática, participativa, com a colaboração de todos. Nem sempre nas escolas foi assim.

Podemos perceber que no mundo inteiro há pessoas, grupos organizados na luta pela defesa dos direitos humanos (a quem chamamos de sociedade civil) e outros bons representantes e setores da sociedade (poderes executivo, legislativo e judiciário) insatisfeitos com os desrespeitos às conquistas que garantiriam a todos uma melhor qualidade de vida e condições plenas de humanização para viver. Acontecem ao redor do planeta manifestações gigantescas que estão sendo observadas entre todos os povos, em todos os países, e crianças, jovens, adultos e idosos já não aceitam situações que lhes foram impostas arbitrariamente por algumas poucas pessoas, ou grupos interessados em controlar o mundo e tudo e todos que nele habitam.

Quando as mídias, os jornais, a televisão e a Internet não distorcem os fatos, constatamos essas manifestações como pura expressão de um descontentamento com o que está posto ou se impõem às pessoas.

Como é que é estar insatisfeito com os rumos e as decisões que acontecem nas escolas? Como é que os sujeitos que compõem a comunidade escolar se manifestam a favor ou contra do que acontece nas escolas? Essas insatisfações acontecem E, são ouvidas, acolhidas, e os sujeitos da comunidade escolar que manifestam suas reivindicações são respeitados em seus direitos de falar e participar dos rumos e destinos da escola?

As insatisfações das crianças e jovens acontecem? E as dos pais e responsáveis? E os professores e funcionários? Como, quando, onde, por quê? Quais são essas insatisfações?

O momento especial da discussão, debate e reflexão em torno da eleição para o cargo de diretor das escolas é uma oportunidade imperdível para tomarmos posições sobre o que temos e o que queremos para as escolas. É nesse momento que também expressamos nossa confiança - ou desconfiança - sobre o projeto de gestão que vai sendo construído para a discussão com a comunidade escolar.

Esses projetos são de continuísmo e conformação com o que está posto, ou é um projeto que tenha concepção na participação democrática e efetiva de todos os participantes da comunidade escolar? Esses projetos são de “direção” da escola ou de “gestão democrática” da escola?

O mundo, a sociedade, as pessoas, as crianças, os jovens, os adultos e idosos que querem o Bem Viver estão se transformando profundamente, porque as relações precisam ser mais democráticas e mais humanizadas nesse planeta em que vivemos. Nessa realidade global tudo está relacionado, todos estamos interligados uns aos outros.

Ou estamos conectados como “coisas”, como peças descartáveis dentro de um sistema desumanizador, ou estamos interligados como “sujeitos” de direitos e deveres, no compromisso de resgatar nossa humanidade que nos foi retirada sutil ou escancaradamente por uns poucos que dirigem nossas vidas.

É preciso modificar uma dinâmica que foi imposta às pessoas por anos e séculos, para que estas se formatassem como “peças descartáveis” do sistema que privilegia poucos e oprime a muitos. Essa “roda” do continuísmo irresponsável e impunemente arrastando, atropelando, moendo e triturando consciências, sonhos, aspirações, as pessoas, os grupos e o mundo já não funciona mais como funcionou antigamente. Um antigamente que ainda se faz forte, quase irresistível, presente em muitas pessoas, grupos, projetos e propostas de direção das escolas.

É preciso modificar nossas atitudes, modificarmos nossas consciências, é preciso reconhecer nossa dignidade de sujeitos com direitos iguais, é preciso que nos transformemos em seres humanos para recriarmos um mundo melhor para todos, onde todos sigamos juntos nessa caminhada e evolução, nos co-movendo por um projeto de vida emancipador, democrático, participativo, responsável.


É preciso que essa transformação se realize nas escolas.